El manejo de dinero de bolsillo por los turistas en España ha sido históricamente el principal motivo por el que las retiradas de efectivo en circulación eran superiores a las emisiones, aunque el efecto se concentra en los billetes de hasta 50 euros.
"El Banco de España puede haber puesto en circulación menos billetes de los que ha retirado, al existir en circulación billetes que en realidad ha distribuido otro banco central del Eurosistema", matiza el emisor, que anota que "este efecto es significativo, entre otras razones, por la elevada afluencia de turistas extranjeros a nuestro país".
¿Quién lleva esos billetes al banco?
¿En qué consiste el mecanismo de retirada que reflejan los registros del Banco de España? En algo tan sencillo como que los billetes usados se retiran de la circulación cuando llegan a las ventanillas de los bancos para ser destruidos y sustituidos por otros nuevos; salvo con el de 500, que dejó de ser reemplazado a principios de 2019, fecha desde la que ha salido de la calle en España el equivalente a 9.000 millones de euros en ese formato.
¿Y quién los lleva al banco? Obviamente, quien los tiene, que suele ser alguien vinculado a un negocio cuyos productos o servicios ha adquirido alguien que, previamente, ha cerrado alguna operación con pagos en metálico con efectos de pago de alta denominación, algo habitual por ejemplo en las compraventas de pisos, y que, poco a poco, va gastando ese dinero.
La Agencia Tributaria tiene enfocada desde hace tiempo la lupa sobre el manejo de los billetes de 500 euros. De hecho, "los bancos tienen que informar sobre cada uno de ellos que reciben", explica Cruzado.
Y a eso se le suma la normativa fiscal que limita a mil euros los pagos en efectivo (10.000 para extranjeros y nunca por conceptos empresariales o profesionales) y que castiga esas transacciones con multas de hasta el 25% del valor de la operación.
Ese mayor control, al que se añade la proliferación de las transacciones electrónicas y los pagos con tarjeta, fácilmente rastreables por el fisco, son algunos de los motivos que han reactivado los canales de circulación del dinero 'b'.
Un rediseño amenaza con dejar sin valor el actual 'b'
"El dinero 'b' se vuelve a manejar mucho, la gente lo acepta porque el 'a' está muy presionado. Si obligas a bajar los precios mediante impuestos surge el estraperlo", explican fuentes jurídicas, que apuntan que los circuitos por los que se movían esos billetes de elevado valor facial se han reactivado.
"El 'b' se usa para cuadrar operaciones, ya sea al alza o a la baja, y eso indica que el mercado, o una parte de él, se está separando del formato oficial", añaden las mismas fuentes.
A ese abanico de factores se les suman otros dos. Uno es el desplome de la liquidez en las empresas y negocios con la pandemia, que en muchos casos llevó a sus propietarios a tirar de las reservas ocultas bajo el colchón, que se dispararon en los primeros meses de la crisis sanitaria, tanto para los gastos domésticos como para mantener la actividad, en ocasiones en espera de la financiación activada vía ICO, y para financiar el elevado nivel de fraude laboral detectado con los ERTE.
El otro es el inminente cambio de formato de los billetes de cinco a 200 euros que está preparando el BCE (Banco Central Europeo), que pretende rediseñarlos en 2024, una modificación que amenaza con dejar fuera de circulación los paquetes hoy en 'b' que no hayan sido reintroducidos en los circuitos legales dentro de los plazos que finalmente establezca Fráncfort.
"Blanquear siempre supone pagar un impuesto, ya sea por el coste de las operaciones o por la necesidad de crear un entramado para realizarlas", explican fuentes tributarias, que destacan que la operativa que está aflorando ahora revela un elevado nivel de "gasto de billetes de alta denominación que hasta ahora se habían tenido escondidos, fuera de circulación, y que ahora salen en pequeñas cantidades, de uno en uno. Es algo sorprendente".
57.000 millones en 'b' en el momento álgido de la burbuja
España alcanzó su récord de acaparamiento de billetes de 500 en julio de 2007, cuando, en plena burbuja inmobiliaria, su valor conjunto era de 56.955 millones de euros: "Un país cuyo PIB suponía el 10% de la eurozona acaparaba más de la cuarta parte de los billetes de ese valor de todo ese espacio, un porcentaje muy superior al del peso de su economía", recuerda José María Mollinedo, secretario general de Gestha.
Eran los años de la burbuja, cuando con relativa frecuencia la banca financiaba el 120% del valor de la casa, las inmobiliarias llegaban a pedir un tercio del valor del piso en 'b' alegando que eso reducía la presión fiscal, cuando en realidad recortaba el acceso a beneficios fiscales que siguen disfrutando tres millones de hogares, y las escrituras registraban una tercera cifra.
No obstante, no se trataba de cosas del euro. Esos billetes llevaban años circulando por carreteras secundarias. De hecho, ya lo hacían en pesetas, cuando el mayor valor facial impreso era de 10.000 (60 euros). Y no es que el Gobierno español, con José María Aznar en la presidencia y Rodrigo Rato en el control de las cuentas, lo pusiera muy difícil para que el papel morado pesetero fuera canjeado en las ventanillas de la banca por el púrpura europeo sin que nadie pidiera los datos personales de quien efectuaba la operación.
Eso permitió cambiar sin grandes dificultades, y sin que tampoco después la actividad inspectora fuera intensa, el billón de pesetas en el que se estimaba la bolsa de dinero negro acumulada en España por poco más de 6.000 millones de euros en formato de 500.
"Es una costumbre en este país"
Solo entre 2003 y 2005, Hacienda detectó más de 12.000 operaciones, inmobiliarias en su práctica totalidad, en las que se había movido más de medo millón de euros en ese tipo de billete.
"El dinero que ahora está aflorando procede de ese máximo de 2007, que se comenzó a gastar con el estallido de la burbuja en un proceso que volvió a acelerarse en 2016", con el anuncio del fin de la emisión de papeles de 500 euros, explica Mollinedo.
Esos años, en los que los técnicos de Hacienda pedían sin éxito que ese billete saliera de circulación para pasar a ser utilizado como medio de pago nominal, con identificación del titular como un cheque o un pagaré, fueron también los de las grandes incautaciones de dinero en metálico, caso de los 25 millones del clan de los Miami localizados en una casa de La Moraleja en julio de 2011 o los 9,5 hallados por la Policía en febrero de 2014 en el chalet de Manuel Guijarro, el proveedor de sellos de Afinsa.
Entre una y otra operación, Maite Zaldívar se desdecía sobre el volumen del trasiego de dinero de su exmarido, el alcalde marbellí Julián Muñoz, que durante la investigación del caso Malaya, el más emblemático de la corrupción municipal por el ladrillo junto con el de La Muela, oscilaron entre el sobre y la bolsa de plástico.
Las estimaciones de Gestha, que apuntan a que parte de esa afloración de billetes de alta denominación puede tener alguna relación con la reciente animación del mercado inmobiliario como foco de inversión, cifran en 6.420 millones de euros el valor conjunto de los billetes de 500 que seguían en circulación en España en agosto de este año. "Es una costumbre en este país", ironiza.
Según los datos del BCE y del Banco de España recogidos por Gestha, en España llegaron a acumularse entre noviembre de 2005 y diciembre de 2007 más de la cuarta parte de los billetes de 500 emitidos en toda la eurozona, que llegaban a suponer casi dos tercios (64%) del dinero que circulaba, oficialmente, porque el grueso de su volumen permanecía más oculto que a la vista, en el país.
En agosto de ese año, la tenencia media de billetes de 500 euros por habitante alcanzó su pico con un registro de 2,4, aunque ese promedio no reflejaba, ni de lejos, ninguna realidad social. Esos papeles estaban más bien amontonados en guaridas concretas.
Hoy no hay en España más del 4% del total de los billetes de 500 euros de la eurozona, lo que supone que su presencia ha caído por debajo de la mitad de la que le correspondería por el peso de la economía local en ese espacio económico. Sin embargo, al mismo tiempo, ese formato acaparaba en agosto más del 80% del total del billetaje que circula en el país.