Según ha podido confirmar este periódico, en la actualidad estos pluses de productividad se reparten en función del volumen ordinario de retribución. Es decir, aquellos funcionarios que tengan los salarios más elevados serán los que más bonus reciban, «hayan o no hayan aumentado su productividad» –señalan desde Gestha–, situación que, por sí sola, ya podría estar alterando la propia legalidad según las leyes de Presupuesto. Mollinedo apunta que, ahora mismo, «un jefe puede sumar todos los puntos de productividad de todo su equipo, y aunque él decida repartir estos puntos, él siempre va a cobrar por encima del resto aunque su trabajo sea convencional y no haya mostrado una mayor productividad».
En teoría, la mayoría de esta bolsa de productividad –alrededor del 70%– se debería reflejar por una valoración del rendimiento, la dedicación horaria, el trabajo en equipo o el personal a cargo –con una valoración de carácter subjetivo, como denuncia Gestha– y el resto –el 30%– lo marcan unos baremos que miden la eficacia del trabajo desempeñado, con una serie de variables como la calidad, el tiempo de inspección, las técnicas de actuación, el porcentaje de expedientes acordados y el importe regularizado. «El problema es que prácticamente todo queda en manos de una persona que decide según su criterio».
Otro frente abierto: las declaraciones
Pero Hacienda tiene más frentes abiertos con el Tribunal Supremo. El Alto Tribunal admitió a trámite el recurso de casación interpuesto por Aedaf desde el año 2019 –cada año hasta 2021–en contra de la decisión de la Agencia Tributaria de suprimir la presentación de la declaración de la renta en papel, estableciendo únicamente la posibilidad de hacerlo por internet, presencial en las oficinas tributarias o por teléfono, y siempre previa cita. Una decisión que, según los cálculos de Aedaf, deja «desamparados» y «discriminados» a más de 350.000 contribuyentes, que cada año presentaban su declaración en formato físico, la práctica totalidad de ellos personas mayores y hogares con las rentas más bajas.
Desde la Agencia Tributaria siempre se ha defendido que estas declaraciones suponen un porcentaje «muy minoritario» al que se ha dado acceso «a la atención personalizada en nuestras oficinas», que entienden «suficiente» para este colectivo, aunque «siempre se puede mejorar y valorar otras opciones». Sin embargo, la decisión del Supremo de admitir este recurso abre la puerta a que Hacienda tenga que rectificar y volver a admitir la presentación en papel de las declaraciones de la renta, aunque su intención es «no volver a atrás».
Así lo reconoció esta semana Rosa María Prieto del Rey, directora del Departamento de Gestión de la Agencia Tributaria en el XXXII Congreso de la Asociación de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE), celebrado esta semana. En una de las mesas coloquio reconoció que existe esa brecha digital para una parte de la sociedad –sobre todo para los mayores–, pero manifestó que la decisión de no «volver a atrás» es firme y que recuperar ese formato sería «un gran retroceso» en el proceso de digitalización «irreversible» de la AEAT. No lo cree así el Supremo, que admite que el problema «entronca con la brecha digital», por lo que entiende que no sea «dable que la actividad en este ámbito excluya a aquellas personas que no pueden –o no quieren– que se desarrolle de forma electrónica». En uno u otro caso, la AEAT tiene la última palabra.
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